Los agricultores cultivan alimentos. Es una premisa sencilla y directa. ¿O no lo es? Seguimos sacudiendo la cabeza ante los resultados de las encuestas que revelan que muchos consumidores piensan que su comida procede de la tienda de comestibles. Pero, ¿y la propia industria? Si queremos ser totalmente sinceros, deberíamos preguntarnos: ¿estamos centrados en gran medida en cultivar alimentos, o en producir materias primas?
Gran parte de nuestro sistema agrícola moderno ha consistido en generar la mayor cantidad de grano por la menor cantidad de dinero. La eficiencia por encima de la crianza. Esto no refleja necesariamente la voluntad del agricultor, sino las realidades económicas actuales. Gran parte de nuestra infraestructura basada en productos básicos (315 millones de acres) se ha creado para cultivar, asegurar, procesar, almacenar, transportar y comercializar grano. Al crecer en nuestra granja familiar de Illinois, esto no siempre fue así. Porque, además de diversos cultivos, criábamos carne de vacuno y de cerdo. Parte de ella acababa en nuestro congelador. Así pues, una parte de los cultivos que cultivábamos alimentaba y servía de cama a nuestro ganado, y nuestro ganado nos alimentaba a nosotros. También cultivábamos maíz dulce y lo vendíamos directamente a los consumidores y a los ultramarinos locales. Con el tiempo, los sistemas especializados de monocultivo, sin ganado ni cultivos alimentarios directos al plato, cambiaron las cosas. Esto se ve agravado por el hecho de que el 40% del maíz estadounidense se destina a las plantas de etanol. Desde la perspectiva de un agricultor (o de cualquier productor de cualquier industria, por decirlo de algún modo), cuanto más alejado estás del producto final, más fácil es perder de vista el producto final. Y cuando la eficiencia es el motor y los beneficios a corto plazo el objetivo, es fácil pasar por alto los posibles efectos adversos de la biotecnología, los productos sintéticos a base de sal, el monocultivo y la labranza. Por no hablar del impacto posterior sobre la calidad de los cultivos, la salud del suelo y la nutrición humana. Afortunadamente, el movimiento de la agricultura regenerativa está ayudando a volver a la mentalidad de hace un par de generaciones. Por supuesto, las posibles nuevas fuentes de ingresos para los cultivos sostenibles -procedentes tanto del sector privado (marcas y minoristas de alimentos y fibras) como del público (a través de los incentivos fiscales impuestos por el gobierno para los biocombustibles)- son fascinantes. Pero son los elevados costes de los insumos y la frustración con el sistema actual lo que está llevando a muchos agricultores a explorar y emplear la agricultura regenerativa. Y una renovada atención a los alimentos, a través de una mejor gestión, es sin duda una consecuencia bien intencionada. Ésta es la entrada número 100 de Esta Semana en la Agricultura. Mi más sincero agradecimiento a todos los que leéis, comentáis y apoyáis este blog y, lo que es más importante, compartís mi pasión por la mejor profesión del mundo.
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